sábado, 15 de octubre de 2011

Andanzas en tierra (quizás no tan) extraña 2

Nada más dejar el equipaje en la posada, nos dirigimos a lomos de mi jamelgo a la cercana villa de San Fernando de Henares por unos caminos tan mal señalizados que hubiera sido más fácil llegar a cualquier punto del planeta que a nuestro objetivo, tan cercano aunque tan inaccesible como el tesoro de un pecio.
-Se nota que nos hallamos en tierras de Espe –fue la explicación que quiso dar Eowyn-. En efecto, yo ya conocía que esa parte de la península estaba gobernada por una tirana corrupta, aliada de la Iglesia, que explotaba a sus súbditos y les despojaba de la Sanidad y la Educación para dárselas solo a quienes podían pagarla. Desconocía que también se dedicaba a jugar a los errores con los viajeros, pero esa era la teoría de mi compañera de viaje.
No bien logramos alcanzar el punto de reunión, tras los sufridos vericuetos comentados, empecé a darme cuenta de que el lugar no era exactamente lo que yo me esperaba. Amén de que no encontré ni un solo caballero de mi Orden (ni, de hecho, de cualquier otra, por lo cual empecé a maldecir al bastardo de Rufus); solamente veía gente vestida de rojo o tricolor que iban de un lugar a otro y que eran supuestamente afines a las ideas de Eowyn, pues su sonrisa y comentarios sarcásticos hacían evidente que me había metido en una fiesta que no era la mía, pero por alguna extraña razón que solamente el Altísimo alcanza a entender, me invitaba a participar de ella y de las sorpresas que me podía deparar.
Eowyn me introdujo en un laberinto de carpas improvisadas que hicieron real para mí un mundo del cual hasta entonces solo había oído hablar en las diferentes redes sociales de internetum, el cual, por otra parte, me había resultado tan interesante como para molestarme en investigarlo por mi cuenta o con la ayuda de mi querido Arquímedes. Mi malestar para con el jodido jorobado mentiroso se estaba tornando en un agradecimiento sincero. En aquel lugar, banderas rojas con martillos que cruzaban hoces en amarillo, camisetas con estrellas del mismo color y ositos comunistas armados de las temibles kalashnikov, camisetas con la cara del Che argentino, del comandante Fidel o del bolivariano Chávez e insignias revolucionarias de todo tipo, contrarias a los totalitarismos y a la explotación del ser humano, me rodearon y acariciaron las anillas de mi cota. Los mensajes subyacentes de igualdad, libertad y justicia que flotaban en el aire calaron a través del metal y las caras de aquellas personas asistentes al evento reflejaban algo que yo hacía tiempo había creído perder pero que bullía en mis entrañas de nuevo, rugiendo por salir y mostrarse en todo su esplendor: la esperanza.
-Algunos me acusan de ingenua –acordó Eowyn cuando le hablé de mis sentimientos- por seguir esta ideología y ser compañera de los que también lo hacen, pero con todos los errores que cometemos, como mujeres y hombres que somos, considero que esta doctrina nos habla de los valores que nos hacen más humanos, que es, esencialmente, buena. Además de que implica las teorías económicas más razonables, a mi modo de ver.
Recorrimos aquel lugar e hicimos acopio de símbolos de todo tipo, entre los cuales destaco la bandera tricolor, acerca de la cual me explicó Eowyn que había sido la enseña del país durante unos maravillosos años en que la Dama, la República, había gobernado tras destronar reyes caprichosos; aunque su legado de todos los valores auténticamente humanos que deberían regirnos fue decapitado por una cruenta guerra civil en la que los poderosos y la Iglesia habían lanzado una nueva Cruzada que sumiría al país en otra Edad Oscura durante cuatro largos decenios, seguido de otros casi cuatro largos decenios más de falsa democracia y mayor poder del capital que antes, incluso. En aquel preciso momento supe que Dios es republicano, y la Iglesia, una usurpadora de su nombre.
-Y que conste que no digo que la República fuera perfecta –continuó aleccionándome mi nueva amiga- pero era un paso muy importante en la dirección correcta. Y era nuestra. Y nadie tenía derecho a quitárnosla.
La noche llegó mucho más pronto de lo que esperábamos y decidimos recogernos en nuestros aposentos, que consistían en una enorme sala compartida por muchos de los asistentes a la fiesta, dicharacheros activistas venidos de diferentes lugares de la península. Aquella velada transcurrió sin más novedades y llegó el nuevo día, que estuvo henchido a rebosar de conferencias y presentaciones donde pude adquirir una visión mucho más completa e informada del mundo que me rodeaba y de sus numerosas injusticias: la situación de dominio de Palestina y el Sáhara, las guerras imperialistas en Afganistán e Irak, la tiranía de los mercados, el nombre moderno de los ricos y poderosos de todas las épocas, más intocables y más crueles con los desfavorecidos aún en estos tiempos que en aquellos de donde yo procedía. Y, sobre todo, la estupidez de una economía insostenible que pretende revitalizarse mediante el inmovilismo de concentrar el capital en manos de los que más tienen y evitar que circule y cree riqueza, a base también de esquilmar siempre a los que menos pueden defenderse y sumirlos en la peor de las miserias. En suma, el sistema más egoísta, cobarde, poco caballeresco y menos inteligente que darse pueda.
De nuevo llegó el crepúsculo, y tras escuchar un concierto musical plagado de acordes disonantes de reminiscencia celta (que parecieron encantar a Eowyn, aunque he de decir que las letras de aquellas canciones contaban muchas verdades), mi compañera de viaje me dijo.
-No os lo toméis a mal, pero lleváis todo el día pegado a mis faldas… bueno, es una manera de hablar porque no suelo vestir esa femenina prenda. No os preocupéis, comprendo que os sintáis algo fuera de lugar en un lugar tan diferente de lo que estáis acostumbrado; y he de deciros que me estáis haciendo un gran servicio, ya que vuestro imponente aspecto está alejando de mí a cualquier posible pretendiente.
-Lamentaría ser un obstáculo para vuestra vida social. Me retiraré discretamente en cuando me lo pidáis –yo intenté ser gentil.
-No, no, si me parece perfecto. Hay un momento y un lugar para cada cosa, y este no es para mí el dedicado a esos menesteres. Así que para recompensaros por vuestros servicios de transporte y escolta, os llevaré a un lugar muy especial. Tal vez allí tengáis alguna oportunidad de gozar de esos placeres a los que yo, al menos temporalmente, he renunciado. Si es que no habéis hecho ningún voto que os lo impida.
Nos dirigimos con las dificultades de orientación de aquellas carreteras que Eowyn definió como “surrealistamente señalizadas”, a la villa y corte de Madrid, donde en una de las calles de sus más nobles barrios nos encontramos una curiosa y atractiva taberna gracias a un amable viandante que nos señaló el camino correcto. El lugar, casi vacío, evocaba antiguas reuniones multitudinarias en sus mesas, con multitud de jóvenes y no tan jóvenes hablando y riendo entre rondas de todo tipo de bebidas alcohólicas. La decoración me sorprendió agradablemente por la cantidad de propuestas, actos políticos, y fotografías de las más ilustres mentes pensadoras del comunismo internacional y los más valerosos libertadores de la Revolución cubana, grapados en multitud de paneles informativos. El lugar, a pesar de todo lo anterior, me pareció mal iluminado y vacío, y noté en la mirada de decepción de Eowyn que ella estaba acostumbrada a verlo de otra manera.
-Esto no es ni sombra de lo que eran. Lo van a cerrar –nos explicó el atento autóctono-; Las autoridades quieren convertir el barrio de Malasaña en un escaparate de grandes marcas y transnacionales, ahogando el pequeño comercio un poco más de lo que ya estaba.
-Igual que en Barcelona. También han prostituido mi querida ciudad. Igual que en todas partes –se indignó Eowyn. Tras consumir algunos sabrosos mojitos mientras Eowyn me contaba sus pasadas aventuras en el local próximo a fenecer, decidimos volver a la posada: al día siguiente sería el último de la fiesta, queríamos madrugar para aprovechar el día y nos esperaba un duro viaje hasta nuestro lugar de origen.
-Estoy muy enfadada –afirmó Eowyn- y voy a hacer algo respecto. Aunque no sirva de nada –mi compañera de viaje sacó las banderas rojas y republicanas que había adquirido en la fiesta y las desplegó. Yo azucé a mi montura, pensando que aunque las fuerzas de seguridad de la villa y corte no fueran ni de lejos tan agresivas como las de Cataluña, tal vez la visión de la bandera comunista y de la que ellos hubieran llamado preconstitucional conseguiría hacer que se olvidaran de su educación, si es que la tenían; evidentemente, aquella chica tenía todos los números para recibir una buena tunda de azotes. Sin embargo, llegamos a la cercanías de la posada, sin más novedad. 

Excepto que, al descender de nuestra montura, vimos que nos estaban esperando (continuará).

jueves, 29 de septiembre de 2011

Andanzas en tierra (quizás no tan) extraña

A Rufus no sé si darle un abrazo o un escarmiento. Debería azotarlo como a un perro sarnoso por haberme engañado de manera vil, pero la verdad es que le estoy profundamente agradecido, porque, gracias a su triquiñuela, he encontrado un sentido mucho más intenso a la participación activa en la lucha que ha de devenir y de la que reinará la luz o las tinieblas: el Armagedón bíblico. No quisiera explayarme innecesariamente en los prolegómenos, así que simplemente diré que una buena noche encontré a mi sirviente conectado a eso que llaman internet y que no llego a dominar todavía. Pensé que estaba enfrascado en una nueva sesión de fotografías de señoritas “ligeras” de ropa, eufemísticamente hablando. Pero no; para mi sorpresa estaba leyendo.
-¿Qué haces? –pregunté, intrigado.
-Estooo… Se trata de un cónclave… de caballeros…
¡Caballeros! Mmmmmh. Quizás estuviera allí alguno de mis viejos colegas de batalla.
-¿Pone dónde es?
Debería haber notado sus sudores fríos cuando me atavié con mi desgastada cota de malla, mi raída capa blanca con la imponente cruz bermeja y mi fiel espada Afilona, distante años ha de la cualidad que sugiere su nombre, y monté a lomos de mi resistente Ataulfo, un curioso ejemplar equino de ligero tizne verdoso.
Quizás así me hubiera dado cuenta de la encerrona a la que me iba a abocar. Me alegro de no haberlo hecho.

No bien salí de la populosa urbe en dirección a la villa castellana con nombre de santo católico y por la que cruza el río Henares, me encontré con una figura femenina que iba a pie, con vestimenta de viaje que ocultaba a duras penas una armadura ligera, imbuida de años de luchas y torneos, y una enorme espada tan larga como ella misma. Al llegar a su altura no pude contener la curiosidad; y más porque, aquel rostro ya lo había visto antes.
-Si mi memoria no me falla, bella damisela -su aspecto, engañosamente frágil, me llamaba poderosamente la atención-, creo recordar haberos visto en la plaza donde acamparon aquellos jóvenes durante las protestas de mayo.
-Me acuerdo de vos vagamente -respondió, manteniendo su mirada color nuez dulce en mis gastadas pupilas, al tiempo que su mano se deslizaba hasta la empuñadura de su espadón -. ¿No me estaréis siguiendo?
-No, por Dios –me apresuré en aclarar.
-¿Por qué detenéis vuestra montura, entonces? ¿Qué deseáis?
-Solamente quería preguntaros adónde os dirigíais
-¿Quién pregunta por ello? –Una pequeña ráfaga de aire retiró su capucha y una preciosa melena azabache onduló en el aire.
-No pretendía asustaros –sabía que no podía hacerlo, ni por asomo-. Me llamo… Hace tanto tiempo que no escucho mi nombre que ya no sé ni cómo me llamo. Me dirijo a una villa desconocida por mí –dije el nombre-, junto a la capital del Reino, al encuentro de viejos camaradas de peregrinación por Tierra Santa.
-Palestina, supongo que queréis decir –me escrutó con detenimiento, como buscando un punto débil donde asestar el primer mandoble-. Yo me llamo Eowyn de Camelot, pero con Eowyn a secas también me vale. ¿Y esa Cruz Roja?
-Un nombre con carácter, y bello a la vez. Yo soy, o fui, un templario.
Sus ojos brillaron.
-De esos ya no quedan –suspiró-. Pensé que la Cruz Roja era por pertenecer a esa organización que ayuda a los necesitados.
-Esa siempre ha sido mi más sincera dedicación –respondí un tanto airado, quizás consciente de que aquella joven de aspecto luchador pudiera hallar en el fondo de mi alma las crueldades que yo había cometido en no pocas ocasiones, en nombre de unos farsantes que se apropiaban de la palabra de Dios-. Lo siento, pero no conozco a esa buena gente de la que me habláis.
-No importa. De hecho, yo me dirijo al mismo lugar que vos, aunque al encuentro de otro tipo de camaradas.
-¿A pie?
-¿Acaso no me creéis capaz? -su sonrisa, desafiante, me fulminó.
-No, no es que… -balbucí- Si queréis, podéis montar conmigo. Estas tierras están llenas de bandoleros (los Mossos de no sé qué, creo que se llaman) y timadores, políticos… y el viaje sería mucho más ameno para ambos –me apresuré a añadir-. ¿Qué me decís?
Ataulfo relinchó, henchido de orgullo. A pesar de sus achaques, no consentiría jamás no realizar un viaje, no permitiría jamás dejar atrás a su jinete, ni a quien este tuviera bien en invitar. Antes de eso, caería en el intento.
-De acuerdo. Pero mantened vuestra espada bien envainadita.
Trotamos por los bosques cerrados de Catalonia, topónimo heredado de los godos, quienes llamaron a su último reducto peninsular ante el envite musulmán Gotholonia. Salvo algún atasco de ganado que otro, arribamos a la yerma tierra y los campos abiertos de los monegros. Luego llegó Zaragoza, Medinacelli, la ciudad de Salomón, donde Tariq buscara insaciablemente la mesa del rey hebreo, auténtico tesoro que se mostraba esquivo y hundía su realidad en las redes de la leyenda. El ocre dio paso al esmeralda y Guadalajara quedó atrás para casi perdernos en un laberinto de carreteras, cruces, vías y caminos de cabras.
-Conozco una posada de buena reputación y mejor precio en una aldea junto a San Fernando –sugirió Eowyn.
La aldea no resultó ser tan pequeña como su nombre indicaba, y no tardamos en perdernos por sus calles. Encontrar la posada resultó al final más difícil que encontrar un obispo lento en un noviciado.

jueves, 19 de mayo de 2011

Indignación

Indignación. Es el sentimiento que corroe las entrañas de millones de personas, y que ha lanzado a cientos o miles de jóvenes (y no tan jóvenes) a las calles y plazas de todo tipo de pueblos y ciudades, en un sano, solidario y ejemplar acto de protesta ante la situación política, financiera y laboral imperantes.
Me fascina el hecho de que no abanderen ninguna ideología ni siglas políticas. Al fin queda demostrado que la juventud no está tan adormecida ni manipulada como se creía. Desde luego, si alguien puede arrancar el motor del cambio son ellos, y ojalá que la bola que ha empezado a rodar crezca en tamaño y velocidad hasta niveles incontrolables y pueda dar la estocada a un sistema político, económico y social caduco, corrupto, decrépito y terminal... antes de que él acabe con nuestro futuro, el de nuestros hijos y la propia supervivencia de Gaia.
Los políticos se posicionan al respecto de este fenómeno, y optan por vanagloriarlo y apuntarse al carro donde nadie les ha invitado, o denigrarlo, argumentando que si los manifestantes quieren cambiar las cosas, que lo hagan mediante el voto y las urnas, como armas que ofrece la democracia. A estos vendemotos se les añade toda una retahíla de periodistas, contertulios y opinadores varios, y entre todos demuestran que no entienden al electorado.
¿Es que no se dan cuenta que el problema no es la Democracia? ¿O es que sí conocen el problema, que no es sino otro que "nuestra" democracia es en realidad una dictadura encubierta, dirigida por la Banca y los Mercados, de los cuales los políticos son las marionetas que ejercen el poder "lícito" y servil que ellos necesitan y que manipulan a la ciudadanía haciéndola creer que estamos en un vergel de libertad?
Zapatero destapó a Matrix cuando cambió radicalmente su política hacia una orientación totalmente neocon, dirigida hacia la esclavitud de todas las personas, proletarias o no, en un real 1984. Desde mayo de 2010 la máscara cayó y todo el mundo despertó de su ceguera... de su ilusión.
Da igual que gobierne el PSOE o el PP. Indiferentemente de su ideología algo o nula social, su posición de obediencia total hacia los poderes ocultos (en lugar de a los ciudadanos que les votaron, confiados) resulta en una denigración del voto y una prostitución de cualquier garantía democrática. Todos se preguntan de qué sirve votar si los que gobiernan realmente son los Mercados.
Y esa es la respuesta al argumento de los políticos de que cambien la situación mediante el voto. ¿De qué sirve votar con la actual Ley Electoral, claramente favorable al bipartidismo? La solución ahora NO es el voto, y ellos lo saben. Por eso lo dicen. La solución inmediata pasa por la protesta, la manifestación, la queja pública, porque las herramientas legales que nos ofrece el sistema actual es el mismo que ofrecía hace 40 años a los que luchaban en este país por la Democracia desde la clandestinidad, o la misma que ofrece a millones de musulmanes que han tenido que gritar Libertad desde Egipto, Túnez, Libia, Yemen, Abu Dabi, Siria...
Quizás por eso algunos sectores corruptos quieran hacer un vacío a esos jóvenes, despreciándolos e insultándolos. Y eso teniendo en cuenta que los manifestantes solo pretenden ejercer unos derechos fundamentales alejados de los que los gobernantes pretenden otorgarles, siempre encorsetados en las reglas del juego político. ¿Qué ocurrirá si los jóvenes no abandonan las plazas el día de reflexión, o el día de votación? ¿Les arrojarán a los perros de presa? ¿Dónde queda el derecho a manifestarse y a la libre reunión que SU constitución nos otorga? ¿Volveremos a un estado de excepción? Todo es posible en esta democracia irreal.
Los políticos se deben a los ciudadanos y su fidelidad debería ser absoluta. Pero sirven a la Banca y a los Mercados. No. Definitivamente no han entendido el mensaje. O no quieren.

Veo a Rufus echar unas hogazas de pan en un mísero atillo, y vestirse con sus ropas menos raídas.
-¿Dónde vas? -le pregunto.
-A la plaza de la villa... a pasar la noche con los manifestantes.
El corazón me hace un amago de latido.
-Espera, me voy contigo -no sé qué impulsa mis palabras. ¿La indignación será contagiosa?
Arquímedes y Matea me miran, alborotados.
-No os preocupéis... Volveré antes del amanecer.

Despertar al caos

Me ha vuelto a ocurrir. De nuevo. He caído en sopor, en la autocomplacencia, en el vacío, en el olvido. Afortunadamente en esta ocasión se ha tratado de unos escasos meses. Es realmente un espacio temporal corto si hemos de tener en cuenta que en otras ocasiones la hibernación me ha abrazado durante años, e incluso centurias.
Cierto también que me ha sucedido durante unas horas, a lo sumo días; pero los meses de "evasión" son los que más habitualmente taladran a mi torturada alma a la velocidad de un parpadeo... o la lentitud de una duna ardiente.
Curiosamente, la causa de estos prolongados sueños suele coincidir con situaciones comprometidas físicamente hablando (hay gente que no me quiere bien) o, normalmente, con una mezcla de desazón y apatía estúpida. Dejemos la interpretación a la psicología.
Debo estar agradecido de mi despertar a Arquímedes. El pequeño roedor, no sé si movido por el terror a acabar sus días en el estómago de Rufus, o alertado por los desastres humanos y naturales que se están produciendo en nuestro mundo, ha conseguido mi retorno a la frescura de la noche primaveral.
Lo que no sabe es que su buena intención supone un renacer del tormento cuando me pongo al día de las noticias que llegan incansablemente acerca de guerras, muertes, miseria, tsunamis y un cúmulo de desgracias demasiado reales como para permanecer distante.

sábado, 19 de febrero de 2011

Abogado rico, abogado pobre

A Arquímedes se le eriza el vello de la nuca cuando el ruido de la cancela precede a la gibosa deformación que es Rufus, pero continúa casi impasible, absorto en la pantalla mientras teclea con sus zarpitas sobre el ordenador, aunque siempre ojo avizor a los movimientos de mi ayudante. Me consta que cuando yo descanso, el roedor no asoma el hocico por la celda (creo que ha adoptado por completo mis costumbres nocturnas; se debe sentir más seguro conmigo despierto). Supongo que las miradas famélicas que le dedica el jorobado sin el menor disimulo deben ser la causa de su prudente actuación.

-Ya podríais dejar vuestra dieta tan estricta –se lamenta Rufus, sacándome de mi ensimismamiento-. Hace días que no os alimentáis, y con los precios del matadero me voy a morir de hambre.

En ese momento reparo detenidamente en la deformidad bulbosa y en la rabia contenida con la que lanza unas hogazas de pan, algunas patatas y un par de manzanas sobre la vieja mesa de roble. Ante mi preocupación por su mal humor me cuenta que los tubérculos es la única comida que ha podido comprar con los cuatro maravedíes que llevaba en el morral.

-El resto lo he rob… tomado prestado del tendero de la esquina.

Entonces me comenta, entre sibilinas miradas a Arquímedes y babeos varios, que, ante la desesperación por hincar algún mellado diente en un filete delicioso y sanguinolento, se ha acercado a la caja (que ahora es banco) para solicitar un crédito, o una ayuda alimenticia, o humanitaria; pero como no tiene un “contrato de trabajo” ni ahorros, ni mucho menos un bien inmueble con el que avalar su gula insaciable, le han mandado a paseo entre palmaditas en la joroba y frotamientos varios en la misma con décimos de lotería.

Pero lo que realmente me ha dejado turbado en el relato de Rufus es que ha escuchado una conversación de lo más inquietante mientras esperaba su turno para ser atendido (y despedido entre risitas). Una de las cajeras se lamentaba a otro compañero de que se iban a implantar cambios en la titulación de su carrera universitaria. La chica estudia Derecho, y resulta que a partir del curso próximo, para tener la carrera de abogacía se deberá hacer un Master de dos años (coste aproximado de 12 mil euros… es decir, un par de arcones llenos de maravedíes…) con un único examen final, y con la obligación de colegiarse (unos 120 euros mensuales), aunque no se ejerza. O sea, que 5 años de arduos estudios e innumerables prácticas no habrán servido de nada si no te gastas un dinero extra jugándote tu futuro, trabajado durante 7 años en total, a un único examen final. Pero la cosa no queda solamente ahí, evidentemente. Todos los abogados que tengan sus estudios finalizados (aunque sea hace 20 años) deberán igualmente colegiarse antes del inicio del curso lectivo próximo o perderán la licenciatura de Derecho. Menudo atropello. Como consecuencia inmediata los estudiantes a los que les falta un curso o dos para acabar la carrera se han matriculado de todas las asignaturas posibles, dándose el caso de personas que se han llegado a matricular de 25 asignaturas o más. Una auténtica locura. Pero aún esos jóvenes tienen una posibilidad de esquivar el Master. La peor parte es para los que hayan empezado, o lleven 2 ó 3 años. Deben sentir que han tirado tiempo y dinero a la basura. De nuevo jóvenes engañados y frustrados.

Los farsantes vendemotos y engañabobos que dirigen todas las iniciativas educacionales de semejante envergadura justifican semejante despropósito alegando que en muchos gabinetes de abogados trabajan varios picapleitos mientras solamente hay uno colegiado. ¿Entonces la medida es recaudatoria? ¿O acaso, ante la crisis actual, los grandes jerifaltes de la abogacía han decidido que hay demasiados licenciados (y posibles competidores) y con medidas punitivas e imposibles para muchos bolsillos se cepillan a la mayoría de los abogados, presentes y futuros, de este país, al igual que hacen los bancos con las cajas, para quedarse con su coto particular de caza y el reparto injusto del pastel? Que alguien me lo explique si lo entiende. ¿Para qué demonios va a llegar el hijo de un humilde labriego a licenciarse, cuando hay cientos de burgueses que lo merecen muchísimo más, simplemente por su alcurnia? Deben pensar que qué se han creído esos pretenciosos vasallos.

¿Es acaso todo ello consecuencia del tan cacareado Plan Bolonia? ¿Quién puede costearse un Master tan caro sin trabajar, ya que se te va a pedir dedicación exclusiva a los estudios, debido a la importancia del tema que te estás jugando? Cada uno que saque su conclusión. Y si cree que es una injusticia, que salga a la calle, que las porras de los esbirros del capital les están esperando, brillantes, lustrosas e impacientes.

De repente, un suave golpe llama mi atención. Arquímedes ha caído redondo, con las patitas hacia arriba y la cola tiesa. Sus pupilas dan vueltas en espiral, pero respira con normalidad. ¿Un soponcio? ¿Un desmayo? ¿Una subida de tensión? ¿Una bajada de azúcar? En la pantalla del ordenador hallo la respuesta. El pequeño roedor se acababa de matricular a la Carrera de Derecho por la universidad a distancia…

miércoles, 9 de febrero de 2011

El Vacío

El Vacío me abruma. No se trata solamente de haber agotado mis últimos maravedíes en comprar la tinta con la que ahora escribo; mi propia sangre podría hacer las veces. No se trata de observar cómo la cera de la vela se funde sin remedio sabiendo que no tengo otra de repuesto en el cajón. No se trata solamente de apurar los márgenes del pergamino ya que no veo nuevas hojas por ningún lado. No se trata solamente de apañar con un calzo improvisado la cojera de mi scriptorium por carecer de fondos para uno nuevo. No se trata solamente del apropiamiento indebido del carro de Rufus por las autoridades competentes por no tener un seguro para carromatos y otros vehículos de tracción animal establecidos por el Consejo de gobernantes (aparte de una inspección técnica certificada sobre el corriente buen estado de los ejes del mismo, o el precio en alza de la alfalfa de los asnos que tiran del mismo... es que el precio del combustible se ha puesto por las nubes, mientras las multinacionales del forrajeo se frotan las manos ante la perspectiva de jumentos y corceles del Reino por alimentar).

No se trata solamente de la horrible y palpable sensación de caída libre hacia el abismo insondable de la indigencia y ruindad. Es algo más. Es un cambio, o, en todo caso, la materialización final de la evolución del Pecunia Vuult. Es un retorno cíclico a la Edad Oscura, a la esclavitud sin Espartacos, a la consecución de actos inhumanos y viles. Es el fin.

Pero la desesperación ante el Vacío es más intensa, si cabe, cuando te das cuenta que todo lo que pensabas alguna vez que era cierto, que era latente, que era primordial, casi axiomático, no es sino una burda treta de magia barata, un cruel juego del destino, que, implacable, se ríe de nosotros. O al menos de mí. La confianza en lo que sentía cierto se ha tornado sin  remedio en una mentira, una mentira que ya existía antes pero que yo, en mi supina necedad, era incapaz de atisbar, o, probablemente, gustoso de negar a sabiendas de que al menos una ínfima parte de mi maldita alma sabía toda la verdad desde hacía mucho tiempo. La venda se cayó, o jamás estuvo, o me la puse yo. Acepté todas las mentiras, e incluso las creí tornar certeras para que fueran menos dañinas. Pero la Verdad, con mayúsculas, se sobrepone a la Mentira. Al menos ahora, sé cuál es, aunque su rostro me resulta aún indefinible, pues las nuevas mentiras se sobreponen a las viejas, en un entramado laberíntico de infinitas salidas sin salida.

Siento un escalofrío, como antaño, cuando mi piel no era tan seca y mis movimientos resultaban más ágiles. De lo que no tengo la certeza es de si lo ha producido una ligera brisa o la comprensión de todo. ¿Será ese el árbol de la Ciencia? ¿Ahora, que ya sé, seré un nuevo Adán, despojado del falso entorno bucólico del Edén? ¿Ahora que conozco la Verdad una vez más, seré arrojado como mi antepasado al averno de la perdición? ¿Por qué tuve que saberlo? Mejor aún, ¿por qué no habría de saberlo? La esperanza de mi desgraciada vida está en ello. O estaba. Cada cual que haga con su camino lo que mejor crea conveniente. Yo me limitaré a la soledad y encierro de mi celda, entre estos gruesos muros, despertando únicamente noche tras noche, acompañado por mis únicos amigos -una rata, una paloma y un jorobado pervertido-, admirando y odiando al mundo y a las personas, descendientes de Seth.

¿Qué habría de hacer, entonces? Esto es peor que el Fin. Es peor que la Mentira. Es el Vacío.

viernes, 28 de enero de 2011

Arenas de libertad

Rufus retira la carne de banca privada de mi vista. Una vez medicado, me encuentro más tranquilo, aunque todavía siento la negrura que gruñe en mis entrañas y pugna fieramente por salir a la superficie. La medicina me ayuda a acallarla y tenerla tranquila, como un sedante. El giboso, con los labios llenos de babas, me dice una vez más que será discreto con la eliminación de pruebas, pero nunca hago preguntas al respecto. Me contento con saber que ningún alguacil encontrará nada raro arrojado en un callejón oscuro o flotando en una balsa malsana.

Arquímedes me mira con aire reprochador, pero en el fondo sé que me entiende. Justo entonces unos golpes resuenan en el ventanuco de mi estancia. Matea llega por fin. Estaba preocupado por mi preciosidad alada, pues hacía días que no sabía nada de ella. La pobre está agotada, y la dejo reposar un rato sobre mi scriptorium. Atento, le acerco unas migas de pan y un poco de agua. La envié a la tierra de mi antiguo maestro para saber si todavía arrastraba las cadenas de su condena por este mundo, pero la pobre paloma no solamente no ha conocido nada acerca de su paradero sino que me ha traído noticias desconcertantes y, según el prisma con el que se vea, esperanzadoras o terribles.

El pueblo egipcio se ha sumado a la rebelión protagonizada en las últimas semanas en Túnez, la antigua y pagana Cartago Baalita. Los tunecinos han conseguido expulsar al dictador Ben Ali y los egipcios quieren que se marche el clan mafioso de Hosni Mubarak. Incluso Yemen se suma a la llama que se extiende por las tierras del Islam. Pero no son revueltas religiosas. La ciudadanía no reclama ninguna Yihad. Buscan fines tan nobles como la Libertad y la Justicia, arrinconados, por no decir robados por sus dirigentes, quienes, cuales primigenios califas, gobiernan a la población sometiéndola bajo un yugo de pobreza sin futuro aparente mientras su clan se enriquece hasta niveles insospechados. El pueblo, el vulgo, el débil ha dicho ¡basta!, y la chispa de la rebelión ha saltado por una situación injusta como tantas que suceden diariamente y de la manera más normal. La policía y el ejército reprimen, una vez más, las ansias de libertad de sus hermanos. Ben Ali ha caído. ¿Caerá Mubarak? ¿Y Mohamed VI? ¿Arabia Saudí? ¿Y el resto de títeres serviles de Occidente?

Sí, títeres. Dictadores bananeros en las arenas del desierto. Tiranos que se enriquecen con el beneplácito del Nuevo y Viejo Mundo a costa de la democracia, las libertades y los derechos humanos que tanto pregonan y de los que tanto se vanaglorian y enorgullecen los civilizados occidentales. A cambio, se controlan los bienes y el oro negro de estos países; y, últimamente, el integrismo islámico (el cual, a mi parecer, se alimenta insaciablemente del descontento de la población hacia sus propios dirigentes y, por extensión, de Estados Unidos y Europa, por entenderlos, no muy equivocadamente, garantes de las dictaduras y clanes familiares que les gobiernan. El descontento popular en Occidente fue aprovechado y bien canalizado hacia el nazismo en Alemania, una de las naciones más inteligentes de Europa, el fascismo y otras que no merece la pena ni mencionar. El descontento popular en los países islámicos deriva inevitablemente en el principal factor que da sentido a sus vidas: la religión, y el entendimiento extremista de ella).

El futuro para estos países es incierto, pero esperanzador. ¿Conseguirán que el pueblo decida quién debe gobernarles? ¿Vivirán en paz, justicia, libertad y florecimiento económico al fin? Así lo espero y deseo.

El futuro de estos países puede ser descorazonador y terrible. ¿Y si simplemente cambian de títere? Un nuevo grupo de escogidos que decidan repartirse las riquezas del país a la europea o algo peor… Quizás unos nuevos talibanes más represores y crueles aún que sus antecesores… Pero sobretodo tengo miedo que a Estados Unidos no le entre el pánico preventivo y empiece a atacar sistemáticamente a los futuros regímenes que gobiernen en los países islámicos que no sean de su agrado. Seguro que alguna lengua bífida ya está susurrando sibilinamente por los pasillos de la Casa Blanca que la oportunidad de negocio para las industrias armamentística e inmobiliaria norteamericanas es inmejorable, para la recuperación estadounidense de la crisis y, por ende, del mundo occidental “civilizado” y “democrático”. Retumba en mi mente el recuerdo de aquellas inflamadas palabras del Papa Urbano II en Clermont-Ferrand, la capital de los aurvernos… y el final del discurso… Deus Vuult

Quizás sería más apropiado en la actualidad Pecunia Vuult

jueves, 27 de enero de 2011

La nueva Edad Oscura

Arquímedes y yo hemos alcanzado una empatía fuera de lo normal. No alcanzo a comprender aún si ello es debido a consecuencia de la maldición que corre por mis venas y corroe mi perdida alma, pero el hecho es que soy capaz de entender los cuchicheos del peludo roedor… y él es, o era desde hace tiempo, capaz de entender mis palabras.

Tiemblo y compadezco a las pobres criaturas mortales. El motivo de mis convulsiones espasmódicas y mi sudor frío y sangriento no es otra sino la noticia que corre como la pólvora por las cloacas de la villa. Los congéneres de Arquímedes le han informado convenientemente y ahora él (apoyado por las noticias de la televisión, la prensa, la radio y las webs pertinentes) me pone al día entre susurros de inquietud, erguido en mi scriptorium.

La Corte del Reino ha decidido que las Cajas (equiparables a mis antaño conocidos Montes de Piedad) deben superar unas estimaciones de viabilidad capitalizable. En caso de no poder hacerlo, deberán convertirse en bancos o ser comprados (“nacionalizados” dicen los diplomáticos) por el Reino (para en un futuro adecuado, volver a privatizarlos). La noticia no tendría por qué tener mayor importancia de no ser porque el arte de la política ya ha demostrado en demasiadas ocasiones que las causas ocultas son las que fundamentan sus decisiones y objetivos verdaderos.

Jumungus, una enorme y vieja rata calva, muy allegada a Arquímedes, y que pasa horas royendo billetes de la caja fuerte de un banco, ha oído demasiadas conversaciones como para llegar a hacerse una idea de las siniestras conjuras; y así se lo ha hecho saber a mi discípulo. A ver, para que me entienda yo en este laberinto de finanzas y dinero embriagador… Existen en este Reino dos tipos de entidades financieras: Bancos y Cajas. Los une el afán por el dinero y la acumulación de beneficios. La diferencia es el objetivo final de ese rendimiento. Mientras los bancos reparten las riquezas entre sus accionistas (y por tanto, estos pueden exigir año tras año beneficios mayores, aun a costa de echar a la cochambrosa calle a familias enteras), las cajas reinvierten sus dividendos en obras sociales, no en manos privadas (aunque estemos de acuerdo en que lo primero que hacen es subir los sueldos de los consejos dirigentes y el untamiento descarado de manos avariciosas. De todas maneras, la presión para conseguir más beneficios no es tan apabullante como en el sector duro del capital.). El volumen del negocio está repartido al 50% entre ambas. Pero los bancos son en definitiva más poderosos y las cajas son molestas. Desde al menos hace 30 años que se busca el fin de la existencia de las últimas. Y ya se ha conseguido. Esto quiere decir que los que han causado esta crisis tan brutal encima salen victoriosos y eliminan a rivales molestos.

Otra diferencia es el control de las entidades. Los bancos, ya lo sabemos, pertenecen a manos secretas y privadas, ávidas de beneficios, insaciables de podredumbre. Pueden capitalizarse rápidamente vendiendo acciones. Las cajas suelen estar controladas por fundaciones, entidades administrativas locales o autonómicas, y, evidentemente, por políticos. En ocasiones las cajas han actuado concediendo más o menos créditos para influenciar en las decisiones de los sufridos votantes, mostrando una imagen generosa de una entidad que, no lo olvidemos, también tiene ánimo de lucro. Pero al menos reinvierten cantidades muy importantes en las obras sociales. Pero esto no importa. Es un incordio y hay que acabar con ello. El capital para el poderoso. Es la nueva Edad Media, con sus señores y sus siervos. La diferencia es que esta nueva Edad Oscura forjará el asentamiento definitivo del Capitalismo triunfante que definirá y dividirá a la humanidad en dos clases sociales: los inmensamente ricos Dirigentes, y los pobres Esclavos. Sí, amigos, el fin es retornar la esclavitud al lugar al que muchos piensan que nunca debería haber abandonado. En un nuevo 1984. Un Gran Hermano (en referencia a un programa televisivo al que Rufus está enganchado) a escala mundial. Trabaja por un salario mísero y paga una fortuna por vivir en una casa para indigentes que el gran Señor Dirigente te otorga en su magnánima bondad altruista. Arbeit Macht Frei.

Las cajas están condenadas a desaparecer. Incluso las que pasen el corte ahora, porque se subirán las condiciones constantemente hasta que no puedan asumirlas. De momento, una entidad de la Corona de Aragón ya ha hecho pública su conversión en banco. Y los graciosos especulan simplemente cómo pasará a llamarse a partir de ahora. ¿Es que nadie quiere explicar realmente los motivos? El capitalismo salvaje ha vuelto a vencer. Nuestros mayores deberán jugar al dominó en el parque, bajo la lluvia ácida. Nuestros discapacitados seguirán en su retraso, sin sentirse útiles como seres humanos. Y nuestros hijos serán los futuros esclavos de esta sociedad.

“Pero yo creía que las cajas también estaban endeudadas y habían sido cómplices en la crisis asumiendo las hipotecas basura del Nuevo Mundo”, confieso a Arquímedes. Con un erizamiento de bigotes me explica que, efectivamente, muchas cajas pasan por problemas económicos acuciantes, pero que la mayoría, en su afán de conseguir más riquezas, adquirieron parte de esas hipotecas a los grandes bancos, que son los que realmente podían adquirirlas y asumir el elevado riesgo, ya que las cajas, en su mayoría, son relativamente modestas para operaciones de semejante envergadura. Es decir, que los bancos (notablemente saneados, por las cifras de beneficios que presentan) del Reino compraron hipotecas basura en América y las pasaron a las cajas, cegándolas con falsas promesas de riquezas y oro sin fin. El falso Potosí ha reventado y ha afectado más a los más débiles en el mar de tiburones de las finanzas. Ahora, de paso, los bancos, con nuevas falsas promesas al Reino de sacarnos a todos de esta crisis, exigen la desaparición de las cajas como contraprestación… y probablemente adquirirlas por cuatro maravedíes, tal y como es la intención del gran banco chino ICBC (que, si no lo ha hecho todavía es por la situación financiera mundial. Pero si hay algo que los orientales tienen es paciencia). El Altísimo nos coja confesados.

Rufus aparece con un saco a la espalda del que asoman dos piernas. Vuelca el contenido en el suelo. Se trata de un tipo trajeado y pelo engominado del que emana un tufo impresionante de alguna esencia digna del peor potingue de un hechicero hunita. Me escruta con terror. Es curioso. El lobo tiene miedo del cordero. Miro de reojo a mi ayudante jorobado. Con una mueca de repugnancia me asegura que se trata de un ser vil, cruel e inhumano, que trata a sus semejantes de la peor manera posible; en definitiva, un elemento de la peor calaña, un banquero. Me acerco a él. “No temas”, le digo, “solo quiero… solo necesito un poco de medicina”.

Arquímedes se tapa los ojos con sus patitas.

lunes, 24 de enero de 2011

La ruta de la seda

O al menos así la conocí yo en sus tiempos… o en los míos. Las más fastuosas y ricas telas, los artículos más extravagantes y las viandas más exóticas abundaban en los mercados de Damasco y Bagdad, provenientes de la lejana Catay. Me sumerjo bajo el agua caliente del relajante baño con el que me brindo (aunque tal vez no sea merecedor de ello, sino de arder en el fuego del infierno por mis numerosos pecados), y maldigo por enésima vez por qué no me enrolé en alguna de aquellas caravanas y contemplar la maravillosa Samarkanda e, incluso viajar más lejos, hacia el oriente desconocido. Podría pasar minutos enteros bajo el agua, entre recuerdos y anhelos.

Arquímedes chapotea y me saca de mi ensimismamiento. Emerjo de la bañera cual druida de un lago sagrado en la indómita Hibernia y le observo, erguido sobre sus patitas traseras en el borde, con sus ojos curiosos plantados en los míos. Un brillo fiero en sus pupilas delata que tiene noticias, como mínimo intrigantes y sobrecogedoras, para mí.

Arquímedes… le conocí cuando realizó ante mis ojos una prueba empírica sobre el Principio de Arquímedes (en realidad, el glotón de Rufus lo arrojó sin piedad a una olla con agua hirviendo, pretendiendo convertirle en su cena. Gracias a Dios llegué a tiempo. Si Rufus hubiera pretendido guisarlo para el almuerzo yo no tendría ahora un colaborador tan excepcional). Ese hecho, junto a su morrito de perfil helénico, me decidió a bautizarle y adoptarle. Arquímedes es extremadamente inteligente para tratarse de un roedor y devora mis viejos libros uno tras otro (a veces, literalmente) hasta el punto en que parece haberse convertido en el amo y señor de todas mis posesiones escritas. Es el bibliotecario más competente que he conocido y creo que ama a los manuscritos más que yo mismo.

Arquímedes corretea hacia el ordenador personal, junto al Scriptorium. Me quiere enseñar algo. Toquetea con sus patitas a su análogo compadre artificial y me muestra sus dientes prominentes en ademán de “Eureka”. Rufus, desde una esquina de la celda le observa con cierto desdén mientras disimula, con una revista de dudosa catadura moral, que no presta atención; aunque una mirada golosa le traiciona.

Entorno los ojos y me acerco a la pantalla. El primer banco chino (y mundial) ha abierto una sucursal en una gran villa castellana. Los datos me abruman. ¡Menudo invento hizo mi Orden! Más de 200 millones de clientes (no sé siquiera si en mis tiempos había tanta gente en la faz de la Tierra). ¿A esto es a lo que se refieren cuando se habla de globalización? ¿Globalización de qué? ¿de los capitales? Ahora entiendo los oscuros negocios que se traen entre manos los diplomáticos, sobretodo cuando un emisario de Catay visitó la Corte castellana hace un par de semanas. Toda la operación se vendió en su momento como un hito histórico y provechoso para las arcas del Reino y sus vasallos. Sin embargo, la apertura de la entidad financiera asiática ha sido tratada como una simple anécdota en la prensa y los medios de comunicación. El lejano oriente abre sus puertas a las grandes factorías de este país (Repsol, Endesa, Telefónica, Santader…) y ahora nuestras atarazanas ya no controlan las mercancías llegada allende los mares. La nueva ruta de la seda. Hace siglos unas naves venecianas trajeron la peste negra y murió un tercio de la población europea. Una simple anécdota. La pobreza se extiende y la polarización de la riqueza es cada vez más salvajemente cruel. Una simple anécdota. Me planteo abrir un plan de pensiones (pese a mi edad, me queda todavía bastante tiempo de… vida), pero… ¿y si me olvido de pagar una cuota? ¿Se limitarán a expoliar mis arcas con intereses sangrientos, o se quedarán mi cubil como prenda por ser un bien inmobiliario? ¿O acaso se creerán que soy uno más de sus millones de esclavos y me torturarán y obligarán a trabajar 18 horas diarias por un salario ínfimo en condiciones infrahumanas para saldar la deuda? ¿O es otra simple anécdota el hecho de que Catay no respeta los Derechos Humanos?

Lo que no es una simple anécdota es que el dinero no entiende de dignidad humana. Dicen que Fidel, Chávez y Evo son dictadores. También dicen que Hu Jintao es un amigo. Y yo me estoy volviendo loco ante la voracidad del Poder.

Minutos después, Arquímedes eriza los bigotes. No le agrada ver cómo, postrado en un pequeño taburete junto al muro, saboreo un poco de medicina bermeja para relajarme. El pequeño peludo no entiende todavía que calmo así otra sed más profunda e impía que corre por mis venas; herencia de Caín.

lunes, 17 de enero de 2011

De muertos vivientes y muertos en vida

Esta noche no parece tan gélida como otras, aunque eso no debería preocuparme demasiado ya que hace mucho que no siento frío alguno. De todas maneras, y supongo que como respuesta a algún tipo de reminiscencia en la cual debía sentir la calidez de las llamas sobre mi piel, enciendo la tosca chimenea de mi aposento y cierro el grueso ventanuco de madera (que suelo abrir cada noche) no sin antes observar embelesado la luna. Ha pasado tanto tiempo y sigue ahí, tan bella, tan imperturbable. Me pregunto por qué no se ve de igual manera en otras partes del mundo. Recuerdo las noches áridas tumbado bajo una palmera en el desierto palestino, donde la luna era enorme y cien veces más brillante; tanto que incluso la hoja de mi espada refulgía con una hipnótica fiereza. Rufus me dice que todo es por culpa de las nuevas velas que han inventado los hombres, que no necesitan de lumbre y que son tan potentes que nublan cualquier otra fuente de luz. Es cierto, no veo las estrellas.

Con un encogimiento me vuelvo al scriptorium y observo con curiosidad el nerviosismo de mi ayudante. “Va a empezar ya”, dice, y entonces las imágenes de la “televisión” muestran una historia horrible, una satánica pesadilla donde los muertos surgen de sus tumbas para devorar a los vivos. “¿Dónde sucede eso, Rufus?”, pregunto, alarmado. “Es una fantasía, no es real”, me contesta él, divertido ante las visiones de carnaza, desmembramientos e impiedades.

Ante un peligro apocalíptico, algunos supervivientes se unen para salvar la contrariedad. Otros aprovechan para cometer actos impuros y, cómo no, luchar contra sus iguales, por motivos raciales o religiosos, es lo de menos. “No, te equivocas, mi querido giboso. Es una historia real.” Es la historia de los fuertes contra los débiles. Del abuso. Del olvido. No ha cambiado nada. Nunca lo hará. Yo me equivoqué y fui a Tierra Santa bajo el mandato del Deus Vuult. Ahora hay otros mandatos, pero las personas siguen errando. Y siempre lo harán.

No es tan diferente lo que veo en esas imágenes de lo que he leído y oído durante esta semana a través de la prensa y de las voces que surgen de ese cachivache parlante llamado “radio”. Curiosamente no he visto nada por la “televisión”, aunque he de reconocer que no soy tan asiduo de este invento de Asmodeo. Hace un año la tierra tembló y se tragó un país entero. Sus gentes deambulan aún hoy como almas en pena por lo que queda de sus calles, cuales muertos vivientes, o quizás peor, como muertos en vida, porque el terror no está en un desfigurado ejecutivo que mira con gula tu cuello, sino más bien en tu congénere que mira con lascivia tu cuerpo. Sin ayuda humanitaria ni las más elementales condiciones higiénicas y sanitarias dignas, los muertos en vida de Haití deambulan por su universo con sus propios depredadores, que no son sino aquellos mismos de su especie, que matan, violan y se lanzan al pillaje sin el menor escrúpulo, bajo la luz de la luna caribeña, en cuya fragancia embriagadora ya nadie repara . El enemigo no es la muerte. Es la vida.

Una vez más me quedo sin palabras ante la barbarie humana, y frivolizo sobre los muertos vivientes. ¿Qué hay de malo en eso? Se trata de supervivencia: come o serás comido. Sin embargo los humanos no matan para sobrevivir. Suelen divertirse disparando a la cabeza de zombies indefensos (niñas, ancianas, obesos... y negros) desde tejados. Es una publicidad implícita de la Asociación Nacional del Rifle y las empresas armamentísticas que te dicen que tener armas y usarlas (contra un zombie o una gobernadora demócrata) es lícito e, incluso, necesario.

Lo realmente horrible es ser un muerto en vida, un sin tierra, un sin nada, un olvidado por todo y todos, menos por los depredadores, que, curiosamente, son humanos.

lunes, 10 de enero de 2011

Solo me la quitarán de mi mano fría y muerta

Fatídica frase que secciona el héroe televisivo del rufián real. Ya murió, y al fin le quitaron el rifle de su fría mano... solo para que nuevos Charlton Heston recojan el testigo una y otra vez para realizar (una y otra vez) masacres, como la reciente de Tucson, en el Nuevo Mundo.

A sabiendas de que no salgo de mi cubil y me recluyo en las sombras temblorosas que se acurrucan lejos de una nueva vela, mi fiel y querido Rufus ha esparcido por mi scriptorium varios bandos que, según el jorobado sirviente, se llaman periódicos. Dios, ¿cuánto tiempo he estado en sopor? Parece que fue ayer cuando... ni tan siquiera conocíamos la existencia de ninguna tierra más allá del mar impenetrable. Ahora, sumergido por una oleada de datos que me subyugan y sorprenden, atisbo a duras penas los increíbles avances que ha realizado la humanidad, siempre en beneficio de la guerra, el dinero y el poder.

¿Cuánta cantidad de odio hace falta para que un ser humano asesine a su semejante? ¿Y a una niña? ¿Por qué un desequilibrado o un extremista pueden comprar armas de fuego, algunas incluso militares, de gran potencia de fuego? ¿La ideología es tan fuerte? ¿Las ideas que defendía la diplomática norteamericana a favor de los inmigrantes le hacían ser merecedora de la muerte? ¿Por qué? Sobretodo cuando ese país es la potencia mundial número uno entre otras cosas por la mezcla de credos, religiones, razas, etnias y nacionalidades tan dispares. ¿Los descendientes de la pérfida Albión son más americanos que los indígenas que vivían plácidamente en sus llanuras? ¿O más que los inmigrantes del Sacro Santo Imperio? ¿O que los locos irlandeses? ¿Italianos? ¿Mexicanos? Critican muros en Berlín (vergonzosos, por otro lado) y elogian los de Tierra Santa. ¡E incluso crean uno para separarles de sus vecinos más pobres! ¡Justamente de aquellos a los que han expoliado y robado durante decenios!

Mi sirviente, más feo que un sapo, y con más bultos en la piel que el batracio, me cuenta que los conquistadores españoles hicieron cosas terribles, y pasaron por cuchillo a un 20% de la población indígena de aquellas tierras. Los estadounidenses hicieron lo propio con el 80%. Simplemente no tengo palabras, ni para unos ni para otros.

Rufus, mis ojos y manos en el extrerior de estas paredes, me muestra su mueca más tétrica (la que se supone es una sonrisa) cuando me ha traído una mesa vertical donde las imágenes de personas aparecen, aman y mueren. ¡Engendro del demonio! Incluso la chepa andante me ha prometido hacerme llegar algo llamado "internet" con lo que me pondría al día en un santiamén. ¡Ah, ese bribón mellado no ha perdido el tiempo! ¡Pero solo lo utiliza para ver a damiselas ligeras de ropa, en el mejor de los casos! ¡Lombriz pervertida!

Para entretener su líbido le he enviado a por más tinta. Se me ha acabado. Pero no puedo parar, no ahora, pues las ideas me rehúyen con demasiada facilidad. Necesito tinta. No puedo esperar. Mmmmh. Sí, un pinchazo en la yema del dedo. Un poco de sangre antigua. Puedo seguir escribiendo...

sábado, 8 de enero de 2011

Comienza una nueva singladura

Bajo la luz mortecina de una vela casi extinta, mi pluma tiembla ante mi viejo y humilde scriptorium, no tanto a causa de mi senil pulso como del terror que provoca en mi torturada alma las terribles noticias que me traen continuamente mis palomas mensajeras.

Cambios climáticos, hambrunas pandémicas, pobreza infinita y monedas de plata a raudales en ambiciosas manos iscariotas son solamente algunas tristes pinceladas de la pavorosa realidad y el infortunio que se ha desatado sobre todo ser viviente del planeta, incluida Gaia misma.

Me doy cuenta que he pasado demasiado tiempo ajeno a los hechos que ocurren fuera de estos muros. En un arranque de rabia intento empuñar la espada con aire desafiante ante las injusticias de la ruindad, pero, ¡Oh, Ares! mi debilidad es tan extrema que la hoja brillante se cae a mis pies. No puedo. No puedo, me repito. Estiro con rabia e impotencia de mis canosas barbas porque ya ni siquiera puedo montar sobre mi blanco y anciano corcel. Suficiente trabajo tengo para mantener a raya las incontinencias de la cena.

Mi paloma preferida, Matea (qué hermosa es), me mira y me silba la solución. Me encerraré en mi celda, en mi cubil, en mi oscura y húmeda Cueva, donde empuñaré la pluma que me regalara otrora la bella princesa mora, y enviar a mis aladas mensajeras a tantos lugares como pueda. No es una acción heróica, soy consciente. Pero peor sería no hacer nada.

¿Dónde está mi tintero? Mmmmh. Ya me acuerdo. Bien, empecemos de una vez...