sábado, 8 de enero de 2011

Comienza una nueva singladura

Bajo la luz mortecina de una vela casi extinta, mi pluma tiembla ante mi viejo y humilde scriptorium, no tanto a causa de mi senil pulso como del terror que provoca en mi torturada alma las terribles noticias que me traen continuamente mis palomas mensajeras.

Cambios climáticos, hambrunas pandémicas, pobreza infinita y monedas de plata a raudales en ambiciosas manos iscariotas son solamente algunas tristes pinceladas de la pavorosa realidad y el infortunio que se ha desatado sobre todo ser viviente del planeta, incluida Gaia misma.

Me doy cuenta que he pasado demasiado tiempo ajeno a los hechos que ocurren fuera de estos muros. En un arranque de rabia intento empuñar la espada con aire desafiante ante las injusticias de la ruindad, pero, ¡Oh, Ares! mi debilidad es tan extrema que la hoja brillante se cae a mis pies. No puedo. No puedo, me repito. Estiro con rabia e impotencia de mis canosas barbas porque ya ni siquiera puedo montar sobre mi blanco y anciano corcel. Suficiente trabajo tengo para mantener a raya las incontinencias de la cena.

Mi paloma preferida, Matea (qué hermosa es), me mira y me silba la solución. Me encerraré en mi celda, en mi cubil, en mi oscura y húmeda Cueva, donde empuñaré la pluma que me regalara otrora la bella princesa mora, y enviar a mis aladas mensajeras a tantos lugares como pueda. No es una acción heróica, soy consciente. Pero peor sería no hacer nada.

¿Dónde está mi tintero? Mmmmh. Ya me acuerdo. Bien, empecemos de una vez...

2 comentarios:

  1. Felicidades, Jacques. Ya te hacías esperar en este mundo de los blogueros medievales. Mucho ánimo y continuidad en tu labor y recuerda que siempre tendrás un huequecillo al lado de mi hoguera para comentar los acontecimientos del día.

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  2. Muchas gracias. Espero que tengamos tinta para rato.

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