sábado, 19 de febrero de 2011

Abogado rico, abogado pobre

A Arquímedes se le eriza el vello de la nuca cuando el ruido de la cancela precede a la gibosa deformación que es Rufus, pero continúa casi impasible, absorto en la pantalla mientras teclea con sus zarpitas sobre el ordenador, aunque siempre ojo avizor a los movimientos de mi ayudante. Me consta que cuando yo descanso, el roedor no asoma el hocico por la celda (creo que ha adoptado por completo mis costumbres nocturnas; se debe sentir más seguro conmigo despierto). Supongo que las miradas famélicas que le dedica el jorobado sin el menor disimulo deben ser la causa de su prudente actuación.

-Ya podríais dejar vuestra dieta tan estricta –se lamenta Rufus, sacándome de mi ensimismamiento-. Hace días que no os alimentáis, y con los precios del matadero me voy a morir de hambre.

En ese momento reparo detenidamente en la deformidad bulbosa y en la rabia contenida con la que lanza unas hogazas de pan, algunas patatas y un par de manzanas sobre la vieja mesa de roble. Ante mi preocupación por su mal humor me cuenta que los tubérculos es la única comida que ha podido comprar con los cuatro maravedíes que llevaba en el morral.

-El resto lo he rob… tomado prestado del tendero de la esquina.

Entonces me comenta, entre sibilinas miradas a Arquímedes y babeos varios, que, ante la desesperación por hincar algún mellado diente en un filete delicioso y sanguinolento, se ha acercado a la caja (que ahora es banco) para solicitar un crédito, o una ayuda alimenticia, o humanitaria; pero como no tiene un “contrato de trabajo” ni ahorros, ni mucho menos un bien inmueble con el que avalar su gula insaciable, le han mandado a paseo entre palmaditas en la joroba y frotamientos varios en la misma con décimos de lotería.

Pero lo que realmente me ha dejado turbado en el relato de Rufus es que ha escuchado una conversación de lo más inquietante mientras esperaba su turno para ser atendido (y despedido entre risitas). Una de las cajeras se lamentaba a otro compañero de que se iban a implantar cambios en la titulación de su carrera universitaria. La chica estudia Derecho, y resulta que a partir del curso próximo, para tener la carrera de abogacía se deberá hacer un Master de dos años (coste aproximado de 12 mil euros… es decir, un par de arcones llenos de maravedíes…) con un único examen final, y con la obligación de colegiarse (unos 120 euros mensuales), aunque no se ejerza. O sea, que 5 años de arduos estudios e innumerables prácticas no habrán servido de nada si no te gastas un dinero extra jugándote tu futuro, trabajado durante 7 años en total, a un único examen final. Pero la cosa no queda solamente ahí, evidentemente. Todos los abogados que tengan sus estudios finalizados (aunque sea hace 20 años) deberán igualmente colegiarse antes del inicio del curso lectivo próximo o perderán la licenciatura de Derecho. Menudo atropello. Como consecuencia inmediata los estudiantes a los que les falta un curso o dos para acabar la carrera se han matriculado de todas las asignaturas posibles, dándose el caso de personas que se han llegado a matricular de 25 asignaturas o más. Una auténtica locura. Pero aún esos jóvenes tienen una posibilidad de esquivar el Master. La peor parte es para los que hayan empezado, o lleven 2 ó 3 años. Deben sentir que han tirado tiempo y dinero a la basura. De nuevo jóvenes engañados y frustrados.

Los farsantes vendemotos y engañabobos que dirigen todas las iniciativas educacionales de semejante envergadura justifican semejante despropósito alegando que en muchos gabinetes de abogados trabajan varios picapleitos mientras solamente hay uno colegiado. ¿Entonces la medida es recaudatoria? ¿O acaso, ante la crisis actual, los grandes jerifaltes de la abogacía han decidido que hay demasiados licenciados (y posibles competidores) y con medidas punitivas e imposibles para muchos bolsillos se cepillan a la mayoría de los abogados, presentes y futuros, de este país, al igual que hacen los bancos con las cajas, para quedarse con su coto particular de caza y el reparto injusto del pastel? Que alguien me lo explique si lo entiende. ¿Para qué demonios va a llegar el hijo de un humilde labriego a licenciarse, cuando hay cientos de burgueses que lo merecen muchísimo más, simplemente por su alcurnia? Deben pensar que qué se han creído esos pretenciosos vasallos.

¿Es acaso todo ello consecuencia del tan cacareado Plan Bolonia? ¿Quién puede costearse un Master tan caro sin trabajar, ya que se te va a pedir dedicación exclusiva a los estudios, debido a la importancia del tema que te estás jugando? Cada uno que saque su conclusión. Y si cree que es una injusticia, que salga a la calle, que las porras de los esbirros del capital les están esperando, brillantes, lustrosas e impacientes.

De repente, un suave golpe llama mi atención. Arquímedes ha caído redondo, con las patitas hacia arriba y la cola tiesa. Sus pupilas dan vueltas en espiral, pero respira con normalidad. ¿Un soponcio? ¿Un desmayo? ¿Una subida de tensión? ¿Una bajada de azúcar? En la pantalla del ordenador hallo la respuesta. El pequeño roedor se acababa de matricular a la Carrera de Derecho por la universidad a distancia…

miércoles, 9 de febrero de 2011

El Vacío

El Vacío me abruma. No se trata solamente de haber agotado mis últimos maravedíes en comprar la tinta con la que ahora escribo; mi propia sangre podría hacer las veces. No se trata de observar cómo la cera de la vela se funde sin remedio sabiendo que no tengo otra de repuesto en el cajón. No se trata solamente de apurar los márgenes del pergamino ya que no veo nuevas hojas por ningún lado. No se trata solamente de apañar con un calzo improvisado la cojera de mi scriptorium por carecer de fondos para uno nuevo. No se trata solamente del apropiamiento indebido del carro de Rufus por las autoridades competentes por no tener un seguro para carromatos y otros vehículos de tracción animal establecidos por el Consejo de gobernantes (aparte de una inspección técnica certificada sobre el corriente buen estado de los ejes del mismo, o el precio en alza de la alfalfa de los asnos que tiran del mismo... es que el precio del combustible se ha puesto por las nubes, mientras las multinacionales del forrajeo se frotan las manos ante la perspectiva de jumentos y corceles del Reino por alimentar).

No se trata solamente de la horrible y palpable sensación de caída libre hacia el abismo insondable de la indigencia y ruindad. Es algo más. Es un cambio, o, en todo caso, la materialización final de la evolución del Pecunia Vuult. Es un retorno cíclico a la Edad Oscura, a la esclavitud sin Espartacos, a la consecución de actos inhumanos y viles. Es el fin.

Pero la desesperación ante el Vacío es más intensa, si cabe, cuando te das cuenta que todo lo que pensabas alguna vez que era cierto, que era latente, que era primordial, casi axiomático, no es sino una burda treta de magia barata, un cruel juego del destino, que, implacable, se ríe de nosotros. O al menos de mí. La confianza en lo que sentía cierto se ha tornado sin  remedio en una mentira, una mentira que ya existía antes pero que yo, en mi supina necedad, era incapaz de atisbar, o, probablemente, gustoso de negar a sabiendas de que al menos una ínfima parte de mi maldita alma sabía toda la verdad desde hacía mucho tiempo. La venda se cayó, o jamás estuvo, o me la puse yo. Acepté todas las mentiras, e incluso las creí tornar certeras para que fueran menos dañinas. Pero la Verdad, con mayúsculas, se sobrepone a la Mentira. Al menos ahora, sé cuál es, aunque su rostro me resulta aún indefinible, pues las nuevas mentiras se sobreponen a las viejas, en un entramado laberíntico de infinitas salidas sin salida.

Siento un escalofrío, como antaño, cuando mi piel no era tan seca y mis movimientos resultaban más ágiles. De lo que no tengo la certeza es de si lo ha producido una ligera brisa o la comprensión de todo. ¿Será ese el árbol de la Ciencia? ¿Ahora, que ya sé, seré un nuevo Adán, despojado del falso entorno bucólico del Edén? ¿Ahora que conozco la Verdad una vez más, seré arrojado como mi antepasado al averno de la perdición? ¿Por qué tuve que saberlo? Mejor aún, ¿por qué no habría de saberlo? La esperanza de mi desgraciada vida está en ello. O estaba. Cada cual que haga con su camino lo que mejor crea conveniente. Yo me limitaré a la soledad y encierro de mi celda, entre estos gruesos muros, despertando únicamente noche tras noche, acompañado por mis únicos amigos -una rata, una paloma y un jorobado pervertido-, admirando y odiando al mundo y a las personas, descendientes de Seth.

¿Qué habría de hacer, entonces? Esto es peor que el Fin. Es peor que la Mentira. Es el Vacío.