lunes, 17 de enero de 2011

De muertos vivientes y muertos en vida

Esta noche no parece tan gélida como otras, aunque eso no debería preocuparme demasiado ya que hace mucho que no siento frío alguno. De todas maneras, y supongo que como respuesta a algún tipo de reminiscencia en la cual debía sentir la calidez de las llamas sobre mi piel, enciendo la tosca chimenea de mi aposento y cierro el grueso ventanuco de madera (que suelo abrir cada noche) no sin antes observar embelesado la luna. Ha pasado tanto tiempo y sigue ahí, tan bella, tan imperturbable. Me pregunto por qué no se ve de igual manera en otras partes del mundo. Recuerdo las noches áridas tumbado bajo una palmera en el desierto palestino, donde la luna era enorme y cien veces más brillante; tanto que incluso la hoja de mi espada refulgía con una hipnótica fiereza. Rufus me dice que todo es por culpa de las nuevas velas que han inventado los hombres, que no necesitan de lumbre y que son tan potentes que nublan cualquier otra fuente de luz. Es cierto, no veo las estrellas.

Con un encogimiento me vuelvo al scriptorium y observo con curiosidad el nerviosismo de mi ayudante. “Va a empezar ya”, dice, y entonces las imágenes de la “televisión” muestran una historia horrible, una satánica pesadilla donde los muertos surgen de sus tumbas para devorar a los vivos. “¿Dónde sucede eso, Rufus?”, pregunto, alarmado. “Es una fantasía, no es real”, me contesta él, divertido ante las visiones de carnaza, desmembramientos e impiedades.

Ante un peligro apocalíptico, algunos supervivientes se unen para salvar la contrariedad. Otros aprovechan para cometer actos impuros y, cómo no, luchar contra sus iguales, por motivos raciales o religiosos, es lo de menos. “No, te equivocas, mi querido giboso. Es una historia real.” Es la historia de los fuertes contra los débiles. Del abuso. Del olvido. No ha cambiado nada. Nunca lo hará. Yo me equivoqué y fui a Tierra Santa bajo el mandato del Deus Vuult. Ahora hay otros mandatos, pero las personas siguen errando. Y siempre lo harán.

No es tan diferente lo que veo en esas imágenes de lo que he leído y oído durante esta semana a través de la prensa y de las voces que surgen de ese cachivache parlante llamado “radio”. Curiosamente no he visto nada por la “televisión”, aunque he de reconocer que no soy tan asiduo de este invento de Asmodeo. Hace un año la tierra tembló y se tragó un país entero. Sus gentes deambulan aún hoy como almas en pena por lo que queda de sus calles, cuales muertos vivientes, o quizás peor, como muertos en vida, porque el terror no está en un desfigurado ejecutivo que mira con gula tu cuello, sino más bien en tu congénere que mira con lascivia tu cuerpo. Sin ayuda humanitaria ni las más elementales condiciones higiénicas y sanitarias dignas, los muertos en vida de Haití deambulan por su universo con sus propios depredadores, que no son sino aquellos mismos de su especie, que matan, violan y se lanzan al pillaje sin el menor escrúpulo, bajo la luz de la luna caribeña, en cuya fragancia embriagadora ya nadie repara . El enemigo no es la muerte. Es la vida.

Una vez más me quedo sin palabras ante la barbarie humana, y frivolizo sobre los muertos vivientes. ¿Qué hay de malo en eso? Se trata de supervivencia: come o serás comido. Sin embargo los humanos no matan para sobrevivir. Suelen divertirse disparando a la cabeza de zombies indefensos (niñas, ancianas, obesos... y negros) desde tejados. Es una publicidad implícita de la Asociación Nacional del Rifle y las empresas armamentísticas que te dicen que tener armas y usarlas (contra un zombie o una gobernadora demócrata) es lícito e, incluso, necesario.

Lo realmente horrible es ser un muerto en vida, un sin tierra, un sin nada, un olvidado por todo y todos, menos por los depredadores, que, curiosamente, son humanos.

2 comentarios:

  1. Acertadísima comparación. La proliferación últimamente de tantas exitosas series, pelis y cómics nos dice algo, creo yo: nos enfrentamos, sí, a un mundo apocalíptico, donde el poder del más fuerte se ha vuelto tan enorme y tan sin escrúpulos que poca esperanza nos queda a los muertos en vida en mayor o menor grado de descomposición, desde los parados españoles a los desheredados de Haití. Lo único que nos resta es seguir comiendo todos los cerebros que podamos desde nuestros blogs y con nuestras acciones, mediante el aporte de información dura pero necesaria, a ver si abrimos los ojos de una vez. Un cordial saludo.

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  2. Gracias por tu comentario. Tengo la sensación de que el hombre no ha evolucionado tanto como dice la ciencia. Creo que solo ha evolucionado en los medios (armas, etc) para hacer daño a los demás, pero no en su manera, que es si cabe más salvaje y depravada que la de los animales (pobres ellos por la comparación). Un cordial saludo.

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