miércoles, 9 de febrero de 2011

El Vacío

El Vacío me abruma. No se trata solamente de haber agotado mis últimos maravedíes en comprar la tinta con la que ahora escribo; mi propia sangre podría hacer las veces. No se trata de observar cómo la cera de la vela se funde sin remedio sabiendo que no tengo otra de repuesto en el cajón. No se trata solamente de apurar los márgenes del pergamino ya que no veo nuevas hojas por ningún lado. No se trata solamente de apañar con un calzo improvisado la cojera de mi scriptorium por carecer de fondos para uno nuevo. No se trata solamente del apropiamiento indebido del carro de Rufus por las autoridades competentes por no tener un seguro para carromatos y otros vehículos de tracción animal establecidos por el Consejo de gobernantes (aparte de una inspección técnica certificada sobre el corriente buen estado de los ejes del mismo, o el precio en alza de la alfalfa de los asnos que tiran del mismo... es que el precio del combustible se ha puesto por las nubes, mientras las multinacionales del forrajeo se frotan las manos ante la perspectiva de jumentos y corceles del Reino por alimentar).

No se trata solamente de la horrible y palpable sensación de caída libre hacia el abismo insondable de la indigencia y ruindad. Es algo más. Es un cambio, o, en todo caso, la materialización final de la evolución del Pecunia Vuult. Es un retorno cíclico a la Edad Oscura, a la esclavitud sin Espartacos, a la consecución de actos inhumanos y viles. Es el fin.

Pero la desesperación ante el Vacío es más intensa, si cabe, cuando te das cuenta que todo lo que pensabas alguna vez que era cierto, que era latente, que era primordial, casi axiomático, no es sino una burda treta de magia barata, un cruel juego del destino, que, implacable, se ríe de nosotros. O al menos de mí. La confianza en lo que sentía cierto se ha tornado sin  remedio en una mentira, una mentira que ya existía antes pero que yo, en mi supina necedad, era incapaz de atisbar, o, probablemente, gustoso de negar a sabiendas de que al menos una ínfima parte de mi maldita alma sabía toda la verdad desde hacía mucho tiempo. La venda se cayó, o jamás estuvo, o me la puse yo. Acepté todas las mentiras, e incluso las creí tornar certeras para que fueran menos dañinas. Pero la Verdad, con mayúsculas, se sobrepone a la Mentira. Al menos ahora, sé cuál es, aunque su rostro me resulta aún indefinible, pues las nuevas mentiras se sobreponen a las viejas, en un entramado laberíntico de infinitas salidas sin salida.

Siento un escalofrío, como antaño, cuando mi piel no era tan seca y mis movimientos resultaban más ágiles. De lo que no tengo la certeza es de si lo ha producido una ligera brisa o la comprensión de todo. ¿Será ese el árbol de la Ciencia? ¿Ahora, que ya sé, seré un nuevo Adán, despojado del falso entorno bucólico del Edén? ¿Ahora que conozco la Verdad una vez más, seré arrojado como mi antepasado al averno de la perdición? ¿Por qué tuve que saberlo? Mejor aún, ¿por qué no habría de saberlo? La esperanza de mi desgraciada vida está en ello. O estaba. Cada cual que haga con su camino lo que mejor crea conveniente. Yo me limitaré a la soledad y encierro de mi celda, entre estos gruesos muros, despertando únicamente noche tras noche, acompañado por mis únicos amigos -una rata, una paloma y un jorobado pervertido-, admirando y odiando al mundo y a las personas, descendientes de Seth.

¿Qué habría de hacer, entonces? Esto es peor que el Fin. Es peor que la Mentira. Es el Vacío.

2 comentarios:

  1. Comparto tu desesperación ante los problemas pecuniarios, Jacques; estoy en una situación parecida a la tuya. Pero esa Verdad de la que hablas ¿quién te ha dicho que es más Verdad que la mentira en la que antes vivías? ¿Es que no has pasado de una Mentira a otra? ¿Acaso existe alguna verdad en La Tierra?

    Creo que cada uno se forja su propia verdad, y que tenemos una capacidad limitada para forjarnos nuestra propia vida. Vivimos en estamentos cerrados, más medievales que en la Edad Media, y a nadie le interesa el progreso y la educación de las clases populares: es desaconsejable y peligroso para el sistema. Pero dentro de nuestras posibilidades hay muchas cosas que podemos hacer, cosas que, sin embargo, exigen esfuerzo y disciplina, y escuchar los consejos de la gente que nos quiere bien y sabe de lo que habla. Repetir eternamente los mismo errores, refocilarse en los propios defectos y después cabrearse porque otros nos los recuerdan pacientmente por enésima vez y nunca hacer propósito de enmienda, no es la solución. A veces la desesperación no es más que una excusa para el inmovilismo, y hay quienes se instalan en cómodas resignaciones por su miedo cerval al esfuerzo. Naturalmente no hablo de ti, sino de mucha gente que conozco. Con eso sólo quiero decirte que seguro que puedes hacer algo más de lo que estás haciendo para mejorar las cosas. Venga. Un cordial saludo (soy Eowyn).

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  2. Gracias por tu comentario. Se agradece y es de enorme ayuda, aunque sea moral, y siento que te encuentres en una situación parecida.

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